Foto: Freepik
Textos

Mi bella desfigurada

Foto: Freepik

Mis 8 días en el colegio Santander fueron perturbadores. Todos los días mi nana tenía que luchar para llevarme arrastrándome durante varias cuadras hasta la escuela. Era un martirio despertarme con la idea de que volvería a ver a esos niños malcriados. Sobre todo, al monstro que me hacía llorar cada vez que salíamos al recreo. Muchas veces se me acercaba para jugar, pero yo gritaba llorando en señal de auxilio, porque pensaba que me quería hacer daño. Sumado a eso, las condiciones en que se encontraban las instalaciones eran terribles.  Era una casona antigua que había sido adecuada para un colegio nacional. Lo peor era que el patio estaba techado por una calamina gris, y los baños eran oscuros y malolientes. El ambiente era sumamente sombrío, violento y muy inconveniente para una niña que vivía con ciertas comodidades en su casona antigua, pero grande de Pueblo Libre.

Mis padres trabajan mucho, por eso mi hermano y yo nos quedábamos con una muchacha.

Ella, le decía a mi mamá que yo era muy exagerada y engreída. Tal vez era cierto, era una niña mimada y demasiado sobreprotegida. Al punto que no podía entablar una conversación normal ni siquiera con sus propios padres. Recuerdo que cada vez que mi papá me preguntaba: ¿Cómo te fue? No podía decirle la verdad. Simplemente no tenía el valor de hacerle notar que yo era una completa tonta. Así que siempre le respondía con mi vocecita de niña tímida: _ Bien papi.

Tenía solo 6 años de edad. No entendía muy bien lo que me estaba ocurriendo porque tampoco tenía idea de quién era yo exactamente. Mis días en aquel colegio nublaron totalmente mi razón, pero de alguna manera sabía que pasaría rápido. Uno de los días más horrorosos en aquella escuela fue cuando pedí permiso para ir al baño. La profesora con voz dura y autoritaria me ordenó que esperase hasta la hora del recreo. El tiempo era una eternidad y mi vejiga ya no podía soportarlo. Apenas escuché el timbre con sonido infernal, supe que era mi momento de correr. Con desesperación llegué al patio donde estaba la puerta más asquerosa que pude haber visto en mi corta vida. Toqué, para saber si estaba ocupado. Y lo estaba. Mientras esperaba, cerraba los ojos rogando en voz baja que se apure. En eso, la puerta se abrió y salió una niña con el rostro totalmente desfigurado. Por un segundo, quedé paralizada, pero sabía que no podía esperar más, entonces intenté entrar al baño mientras ella me miraba sin expresión. Se colocó apropósito en la puerta para tal vez incomodarme. Pero a tientas tuve que pasar por su costado. Intuí que me estaba dando una especie de bienvenida, pero su rostro era tan espantoso que no podía hablarle. Estaba sumamente aterrada como para mirarle a los ojos…y entre una especie de tembladera traté de sobreponerme por aquel contacto extraño. Pero mi prisa fue en vano porque me di con la dura sorpresa que el baño no tenía luz y emanaba un asqueroso olor que jamás había percibido. Simplemente no pude entrar. Pálida y sin otra expresión, atiné a volver nuevamente a mi aula. Mis ganas de orinar se intensificaban, hasta que mi llanto me delató…Me oriné sentada en la carpeta. Ese instante humillante fue glorioso para la profesora, que alertó a todos para que me mirasen y se burlen de mi acto cobarde. Mientras mi corazón se partía de impotencia, la profesora salió para llamar a la directora.

_ Ya verás lo que te sucederá por no orinar en el baño, niñita. Mi llanto se tornó en histeria cuando todo empezaron a reírse. Unos se acercaron a mí solo para mostrarme sus parpados volteados o tirarme papeles mojados de saliva.

Solo quería que aquel momento desaparezca y se vuelva todo negro. Que nuevamente venga la luz.

La directora ya estaba enterada de mi caso, y tenía cierta preocupación pues sabía que siempre sufría en la hora del recreo y normalmente solucionaban mis ataques, devolviéndome nuevamente al aula. Pero esta vez, decidieron llamar a mi mamá y mientras tanto, la directora tomó la decisión de llevarme a su oficina para conversar conmigo.

Directora: Lucía quiero saber por qué no sales al recreo y lloras constantemente.

Yo: es que hay un monstro que me persigue (llorando)

Además, prefiero orinarme en el aula porque no quiero ir a esos baños oscuros y apestosos. Y por eso la profesora me grita mucho…ella me odia.

Directora: mmm ese monstro que dices tú, es una niña que tuvo un accidente. Como verás, su casa se incendió y el fuego quemó su carita. Más bien, lo que debes hacer es jugar con ella para que se sienta contenta. Además, no solo se desfiguró la cara, ella perdió a sus padres en ese accidente.

Imagínate no tener a tus padres…

Yo: (me quedé callada)

Sentí un pánico, al imaginarme no tener a mis padres. Eso hizo que comprenda lo afortunada que era.

Maestra: De igual manera debo conversar con tu mamá.

Yo: sí, profesora. Yo entiendo que hice mal…pero igual quiero irme. Dígale a mi mamá que me saque de aquí, por favor.

Maestra: yo lo que deseo es que comprendas que muchos aquí son muy humildes. Y como ven que tú eres diferente…te fastidian, pero no les hagas caso.

Yo: Sí, porque yo no les hago nada…y me molestan (llorando)

Después de la charla, volví al salón. Cuando tocó la 2da tenebrosa campana, todos salieron disparados al recreo. Al rato, se me acercó una niña alta. Supe después que la directora había enviado a una alumna de 4 grado de primaria para que me cuide a la hora del recreo. Ella hizo que mis últimos días en ese colegio sean más acogedores. Con ella pude acercarme e incluso jugar con la niña. Desde aquel día, comprendí cuán noble era ella al extenderme su manito para realizar el juego de la ronda. Supe por primera vez, que un ser humano me había cambiado la vida.

Esa tarde, cuando mi mamá entró al colegio, salió llorando. Me dijo que no se imaginaba que el lugar era tan deprimente. Sentía su lamento por no haberse cerciorado. Todo lo había realizado muy rápido pues ya no había logrado encontrar una vacante para primer grado de primaria. Al día siguiente ella decidió buscar un colegio que también esté cerca de la casa. Y al enterarme, quizás un lado de mi ya no quería irse y perder esas amistades, pero también sabía que me iría mucho mejor cambiar de ambiente.

Gracias a esta etapa de mi vida es que aprendí a convivir y valorar a las personas a pesar de sus condición o diferencia social. También comprendí que la belleza de una persona definitivamente estaba en sus acciones y nobleza.

Con el tiempo me enteré que ese colegio fue desactivado en los años 90.

Fin

Setiembre, 2020

The hand and foot of karate girl in white kimono and black belt training karate over gray background.
Textos

Entrenador

Ese instante donde te invade la preocupación de ser asaltado por un ladronzuelo de alto vuelo, yo, Amelia Tapia, me encontraba sin haberlo premeditado en una de las zonas más peligrosa de Lima. Sin embargo, no me aturdí y seguí con el alma cerrada. Mi pupila atenta y prendida como linterna de minero, se enfocaba en encontrar la academia de artes marciales. Caminaba a paso lento como si fuera un asaltante de almas distraídas. Pero no. No. Estaba muy asustada. De un maloliente callejón, cinco muchachos salieron como alma en pena. Pero, de inmediato me puse la capucha para fingir ser uno de ellos.

_ Tranquila, solo falta una cuadra más_ pensé.

Sí, no te preocupes. Mira, te bajas en la avenida Tacna con Callao y caminas tres cuadras. Preguntas por mí, el entrenador de Taekwondo.

Listo, No se preocupe, iré en taxi, gracias. Llegaré en punto.

Genial.

Estando en la puerta destartalada de la supuesta academia de artes marciales pensé_Ay, si hubiera conseguido otro entrenador para la entrevista_ Subí, como si estuviera en terreno de guerra, por una estrecha y oscura escalera de madera hasta llegar a la sala de espera, donde se encontraba un anciano completamente descuidado.

_¿Buenos días, por favor con el señor Camilo Suarez? Vine para  entrevistarlo.

_Sí, sí…ehmmmm, aún no llega niña, dijo que hoy llegaría a la 3 pm. ¿Lo espera?

Qué tal lo saluda, Amelia Tapia,  estudiante de ciencias de la comunicación y lo llamo porque debo entrevistar a un entrenador para un reportaje que estamos realizando. Quería que por favor me conceda una entrevista.

Oh claro, con gusto te espero mañana a las 11 am.

el sonido archivado
Textos

El sonido archivado

Día 200

En esos fríos días, cuando todos desean que el verano se adelante en llegar, yo me ahogaba en un limbo de dudas y no me importaba nada climático. A pesar de ese cansancio visual, quise ver una vez más mi Facebook, y lo hice solo minutos después de haber terminado mi trabajo virtual. Ya tenía meses en el mismo ajetreo. A veces pienso que tenía su gracia navegar un par de horas en el tempestuoso tráfico limeño. Recuerdo mi último día en la oficina desde que nos avisaron que trabajaríamos remotamente y que solo sería por 15 días…

En mi bandeja de entrada ya no tenía mensajes, pero seguía mirando la pantalla, ya no había razón por la cual me quede sentada. Cerraba los ojos, los abría. Luego por un instante pensaba en cómo pude haber caído en ese infinito vacío. En mis tiempos libres, podría estar pintando, leyendo, escribiendo, pero no. Ese día di con la sensación que ya no había ningún color en mi mente. Dejé el celular en la cama y miré hacia el frente los muñecos que adornaban la pared azul que él había pintado con tanto amor. Mi corazón se retorcía, pero no podía quebrarme.

Me recosté en la cama de costado, tapando mi oreja derecha con mi larga y frondosa cabellera. A pesar de tener los ojos cerrados, seguía pensando en mi triste realidad y pedía con fuerzas que todo vuelva a la normalidad. Luego de unas horas, escuché que se aproximaba el zancudo a mi oreja derecha….. ZZZZZZ. Abrí los ojos y lo removí desesperadamente con mi mano. ¡Maldita sea! ¿otra vez el zancudo quiere entrar? Pero el sonido se difuminó como si no hubiera existido nunca. Parecía como un sueño extraño, o como si mi cerebro hubiera archivado el sonido terrorífico del anterior zancudo. Tal vez mi mente lo usó maquiavélicamente para despertarme ahora, porque mi pierna estaba adormeciéndose por la mala circulación. Quizás, ahora ese sonidito alborotador forma parte de mi ser. Entonces quedé perpleja por lo que puede hacer mi propio subconsciente, que el mismo zancudo. Por un momento negro, quise sentirlo nuevamente, pero presentía que algo ya no estaba bien en mí. Intenté retomar el sueño, y abracé con cierto temor a mi bebé.

Día 45

Casi a las 2: 30 de la madrugada, mientras dormía plácidamente en posición fetal, un zancudo de esos diminutos que tienen un sonido muy fuerte, estaba volando sobre mi oreja izquierda. Yo estaba en transición del sueño ligero, por lo que mi mano reaccionó con un golpetazo para ahuyentarlo de esa zona. Pero un sentido de advertencia detectó que aquel bicho estaba haciendo algo peligroso. De modo que abrí los ojos y calculé que el zancudo estaba literalmente atrapado, dentro de mi oído. La adrenalina empezaba a secretarse y de inmediato salté de la cama. En plena oscuridad, incliné mi cuello como cuando muchas veces he tratado de sacar el agua de mi oreja. Pero no salía. Solo escuchaba su desesperación, pues el pequeñín intentaba salir de esa cueva oscura. De pronto, alocadamente saqué la pinza que estaba cerca de mi tocador, para tratar de sacarlo. Nada. Sus alitas rozaban mi piel en un ritmo agudo y escalofriante. Mi corazón palpitó más al detectar que el zancudo había tomado la decisión de sumergirse en la profundidad de mi oído. Fue cuando estiré el lóbulo de mi oreja hacia abajo para tratar de abrir el orificio. Fiiuu ¡salió! y zum, se posó en el espejo que estaba frente a mí. Mis ojos ya podían ver en la oscuridad. Permanecí quieta, observándolo por unos segundos, pero él percibió mi mirada y partió al vuelo. No creo que quieras seguir chupando mi sangre por un buen tiempo, le dije.

Me limpié con alcohol toda la zona. ¡Me ardió! porque había sacado vellitos en mis intentos de extraerlo con la pinza. Después de unos minutos, intenté dormir nuevamente. Pero, más me asustaban mis pensamientos. Quizás sus alitas hayan tenido la capacidad de trasladar el coronavirus o cualquier otro parásito que pueda acceder con facilidad hasta mi cerebro. Pero traté de tranquilizarme, respiré profundo y acaricié mi barriga. Sentía sus pataditas. Rayos, nacerá pronto. Pero él ya no está conmigo.

2 días antes

Abrí los ojos, porque estaba segura que había sido despertada por él: ¡Luuuucy! ¡Luuuucy! De pronto, escuché un gran golpe desde mi ventana. Corrí hasta ahí y pude observar desde mi segundo piso, unas manos que señalaban “Aquí estoy”. Era mi amado que llegaba desde España. Serás papi, al fin, le grité sonriendo. Formando un abrazo en su cuerpo, me dijo: ¡Cuando esto acabe volaré hacia ti, para decirte, susurrándote al oído! ¡cuánto te amo!

A closeup shot of a caterpillar of a Maltese swallowtail butterfly on green leaves
Textos

Contemplación

Una tarde azulada, húmeda y fría,  aprovechaba en limpiar el patio de mi casa, pues mi hijito se había ido a pasear con su padrino. Mientras trapeada el charco causado por las garúas limeñas,  me di cuenta que la oruga de mi hijo Diego, estaba en el piso, fuera del balde que él había escogido como su hogar, para criarlo junto a unas cuantas odisneas y gusanos del parque. Casi la mato de una pisada, pensé. No entendía cómo había salido de ahí. De inmediato, me propuse colocarla nuevamente. Fue una tarea no muy fácil que digamos, pero después de varios intentos fallidos, logré cogerla con una ramita.

Y sabiendo que tenía en mente hacer varias cosas, no pude evitar observarla. Sus movimientos suaves y ondulantes me tranquilizaban, era como una especie de terapia adormecedora. Me ponía a pensar, que en ese silencio y soledad, su vida pasaba sin ningún problema. Y aunque quizás su vida haya sido devastada por el cambio abrupto que nosotros le causamos, lo tomaba con una apaciguada preocupación. Era evidente que ella no tenía consciencia de que yo la estaba contemplando, no tenía idea de que yo le tenía una especie de amor y piedad. Porque cada vez que ella tenía un tropiezo o no podía alcanzar su hoja, yo le ayudaba a alcanzarla.

Los minutos pasaban, pero de pronto, el mundo se detuvo para nosotras, cuando se cruzó en mi mente un increíble pensamiento. De que tal vez, todos somos dependientes de otro ser_ Quién sabe si en este mismo instante, un macro ser me está observando y ayudando, tanto como yo realizo la misma acción con mi oruguita_ pensé.

Por un momento tuve consciencia de esa posibilidad, pero por supuesto, no había nada contundente que probara esa idea. De pronto, bajo esa hermosa contemplación, pude deducir que  había más posibilidad que ella sepa que tampoco no está sola. Tanto como yo pienso, que no lo estoy.

 

Pensamiento, 18 de junio 2018